sábado, 26 de mayo de 2012

EL PODER DEL CAMALEÓN


Viajar en transporte público es toda una fuente de inspiración.
No solo te lleva a tu trabajo "puntualmente", te acerca al olfato toda una nueva gama de olores y dicho sea de paso, alguna sensación corporal poco agradable como la de sentirse apretujado y por un momento, entender a las tribus caníbales al desear por primera vez en tu vida, comerte a alguien.
Aparte de todas esas ventajas que nos ofrece, hay otra que no podemos pasar por alto, y es que el tren se convierte en todo un patio de vecinos.

Y aquí entra en juego también la famosa ley de Murphy...
Si coincide que un día quieres estar sentado tranquilamente (si eres afortunado y consigues asiento, claro, esa es otra odisea) para echarte una cabezadita y descansar en los casi 40 minutos de viaje que tienes por delante, pues no te preocupes, que NO lo conseguirás porque, o bien se sentará a tu lado un par de colegas que te pondrán al día de sus respectivas vidas (amorosas por lo general y con todo lujo de detalles, escabrosos incluidos), con lo cual, adiós a la siesta en favor de semejante culebrón; o bien se sentará a tu lado alguien a quien oportunamente le sonará el móvil (y cuya musiquita por cierto, repicará en tu cabeza durante el resto del día) y se pondrá a hablar a todo volumen.
Y es que claro, no vaya a ser que el pobre que está al otro lado de la línea no se entere bien de lo que le tiene que contar con todo el jaleo del tren.

A ver, señor o señora a quien le llaman por teléfono en un trayecto del tren:
No hace falta que se ponga a gritar como un descosido para que la persona que le ha llamado, le escuche bien.
Probablemente, el otro interlocutor (que al oir sus gritos al teléfono, ya habrá movido su aparato a medio metro de su pobre oreja) estará ya arrepintiéndose de haberle llamado en tal "mal" momento.
Y además, quien probablemente tenga problemas de entendimiento será usted al recibir la llamada en un digamos, contexto poco apropriado, por todo lo que conlleva el traqueteo del tren, las voces y juramentos de varios de los pasajeros que están apretujados a su lado, y la vocecita cada X minutos anunciando la próxima parada.
Así que como mucho, dígale a la persona que le ha llamado que levante un poquito la voz, que es usted quien no le escucha bien.
Y si aun con todo no se comunican de forma adecuada, opten por el whatsapp. Desde luego, método mucho más silencioso y beneficioso para todos los usuarios del transporte público.

Y sí, el transporte público inspira... Ideas para el blog, alguna que otra idea para hacer ejercicio, sobre todo si uno va de pie y tiene que hacer malabares para no perder el equilibrio y romperse la crisma y... mala leche.
Sí, mala leche. A mí me enfada muchísimo.

Cuando se sube una chica embarazada o un abuelito en el tren que por lo general está de bote en bote...
Yo me pregunto... ¿Qué súper poderes tiene esta gente? Yo creo que ni los 4 fantásticos juntos tienen tanto poder.
No sé qué será pero cada vez que los afortunados que han conseguido asiento en el tren o en el autobús ven a una persona mayor o a una embarazada acercarse, pues oye, ¡¡qué barbaridad!!
Todos se vuelven ciegos, sordos, se duermen o están inmersos en la lectura de un entretenido folleto de propaganda de Carrefour (donde dicho sea de paso,encuentran un 2X1 de lo más interesante).
Esto sí que es todo un Expediente X y no el que nos vendían Mulder y Scully.

Y yo aquí adquiero otro súper poder. El del camaleón. Sí, porque cambio de color. Me pongo roja, verde y morada. De todos los colores inimaginables.
Y esté donde esté, y esté como esté, me levanto con cuidado sin moverme demasiado del asiento porque si no, el listillo que está de pie a mi lado se lanza a ocupar el asiento, así que antes de que esto suceda, me pongo a gesticular como una loca (con cuidado de no sacar el ojo a nadie a mi alrededor).
Con suerte, el abuelito o la embarazada me ven y aciertan a entender lo que les digo.
Si no me ven, me toca levantar la voz a mí o ir diciendo a todos los que sí se han percatado de mis movimientos que por favor, avisen a la persona en cuestión.
En fin, una odisea.

No sé si vosotros, queridos lectores, compartís mi poder del camaleón y os levantáis para ceder el asiento, o si por el contrario, sois más lectores despistados de propaganda del supermercado.
En cualquier caso, pensad una cosa... Embarazados tod@s no estaréis... pero a viejecitos sí llegaremos (o eso esperamos).

Así que yo... Os animo a disfrutar conmigo del poder del camaleón.

Ciao gente guapa!!!!!!!



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